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EL SECRETO DE CAMELOT | |
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| Una pequeña novela que empecé a escribir | |
| | Autor | Mensaje |
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Héroes del Destino sabio
Cantidad de envíos : 557 Fecha de inscripción : 12/02/2010 Localización : Monzón (Huesca)
Hoja de personaje raza: humano EQUIPO:
| Tema: Una pequeña novela que empecé a escribir Jue Mar 04 2010, 10:23 | |
| Pues está es una novela que empecé a escribir hace tiempo pero que por una cosa o por otra al final dejé de escribir, ha pasado mucho tiempo pero espero que dentro de poco vuelva a coger ganas para retocar algunos fallos y seguir escribiéndola y al final poderla terminar.Son 5 capítulos pero de momento sólo os dejo uno.CAPÍTULO I: Una huida en la noche
- Spoiler:
Ya habían pasado varios días desde que se encontrara la cura para la plaga que azotaba Nozmon , capital de un condado septentrional del cálido reino de Tezhyr, se restableciera el orden en la villa y sus habitantes regresarán a sus casas acabado ya el periodo de cuarentena.
Era más de medianoche, una solitaria figura humana avanzaba por el patio hasta las escaleras de la torre. Sus pasos cortos pero decididos y su compacta figura lo delataban a pesar de estar cubierto con una capa de viaje. Sylcred subía lentamente los escalones de la Torre del Homenaje, hasta que llegó a la parte más alta de la escalera, allí se encontraba la puerta de la habitación del conde de Nozmon.
Avanzó hasta llegar a la puerta, una antorcha en la pared de la izquierda la iluminaba. Se quitó las pesadas botas y notó el contacto de la fría piedra bajo sus pies. Caminó despacio hasta la entrada intentando no hacer demasiado ruido y pegó la oreja a la puerta de madera. Tras no escuchar nada se apartó de la puerta y empezó a rebuscar algo en su bolsa, podía intuir que el acceso a la habitación de la persona más importante de la ciudad estaría cerrado con llave y quizá con algo más, y Sylcred deseó equivocarse en lo segundo. Sacó unas pequeñas herramientas y las sostuvo pensativo en su mano.
– Esto me recuerda… aquellos días de mi niñez en los que no paraba de hacer pillerías…–. Sylcred sonrió ligeramente al recordar otros tiempos.
Apartó esos recuerdos de su mente y se arrodilló delante de la cerradura de la puerta.
–Todas las puertas tienen su truco – pensó Sylcred.
A los pocos minutos consiguió hacer que saltara el pestillo. Se levantó y un poco nervioso agarró el pomo de la puerta, cuando logró calmar sus nervios giró el picaporte y empujó lentamente hasta que quedó abierta una rendija. Miró hacia el interior mientras sus ojos color miel se acostumbraron levemente a la penumbra de la habitación, no había movimiento. Acabó de entrar en la lujosa estancia y entrecerró la puerta. Una ventana central permitía que la luz de la luna entrara tenuemente, a la izquierda de la habitación había un armario que contenía varias docenas de libros y a su lado una mesa y varias sillas, al otro lado de la sala se veía una mesita y la cama con dosel donde en ese momento debía de estar durmiendo Lady Haldra.
Sylcred se acercó poco a poco hasta situarse a un escaso metro de la cama, allí se quedó contemplando por un instante la belleza de la dama, cuyo rostro bañaba la luz de Selûne. Estuvo tentado de acariciar su pelo negro y su mejilla, y más tentado aún de rozar sus labios…
Se serenó, y llevándose la mano derecha hasta la bolsa de su cinturón sacó un pequeño sobre cerrado que depositó cuidadosamente en la mesilla. Acto seguido volvió a mirar el rostro de la condesa y esta vez deseó poderle dar un beso en la frente… Mas no podía, no podía arriesgarse a despertarla, había decidido partir entrada la noche para no tener que soportar una amarga despedida.
Girándose, Sylcred desanduvo el camino y llegó hasta la puerta. La cerró tras de sí, y sin querer mirar atrás se volvió a calzar las botas y bajó las escaleras de la torre apresuradamente. Cuando salió afuera se arrebujó en la capa, empezaba a levantarse algo de viento. Un hombre alto y un caballo esperaban en el patio cuando Sylcred salió de la torre. Era Igan, un amigo de la adolescencia, esperando con las bridas de Hervor, un corcel bayo de baja estatura y poderosa constitución, en la mano.
Sylcred avanzó hacía él silenciosamente y tomó las riendas.
– Gracias – le dijo Sylcred mientras montaba a lomos del caballo.
– Sabéis que sigo pensando que sois un cobarde por no dar la cara, ¿verdad?– le espetó Igan con tono de enfado.
– Lo sé amigo mío, pero hay veces que no se puede luchar contra el destino y que los sueños no se convierten en realidad – le contestó pausadamente Sylcred.
– ¿Y es esta una de esas ocasiones?– le preguntó el joven y alto caballero.
– No lo sé Igan, no lo sé. Sólo el tiempo será capaz de decírmelo. Dadle recuerdos a Idriel y cuidad de Lady Haldra en mi ausencia, sé que puedo confiar en vos…– Sylcred le tendió la mano.
– Así lo haré–. añadió Igan mientras agarraba su enguantada mano en un apretón.
Sylcred se irguió sobre el caballo mientras su capa carmesí no paraba de agitarse a causa del viento. Espoleó a Hervor para que comenzara a galopar hacia el pequeño túnel que lleva a la parte baja del castillo, pero antes de pasar por él, Sylcred giró su cabeza hacía atrás, y en la oscuridad de la noche creyó ver asomarse una figura en la ventana más alta de la torre, un instante después Sylcred estaba atravesando el túnel y perdió la visión de la torre.
– Ya no hay vuelta atrás, pero no importa, pronto volveremos a vernos- se dijo Sylcred a sí mismo.
Haldra escuchó el ruido de la puerta al cerrarse y se despertó. A oscuras, encendió una vela que tenía en la mesilla. Miró hacia la puerta y no vio a nadie. Se acercó a la ventana y pudo ver a la luz de la luna a dos hombres con un caballo. Se quedó observándolos pero no los pudo reconocer, pues uno de ellos montó rápidamente y tras estrecharle la mano al otro se fue al galope por el camino oscuro. Se quedó pensativa y temerosa a la vez, pues alguien había entrado a sus aposentos sin que ella se enterase. Debía ser alguno de esos dos humanos, pues no había nadie más alrededor, pero, ¿quién podía ser? Quizá alguno de ellos fuese un ladrón, ya que la habitación estaba cerrada con llave... Haldra se alejó de la ventana y se acercó a la cama, se sentó y dejó de nuevo la vela en la mesilla y vio que había un sobre, era para ella. Se lo quedó mirando un momento y lo cogió. Lo tuvo en las manos unos minutos y decidió abrirlo. Era una carta que decía:
Querida Lady Haldra:
Siento haber entrado así en vuestros aposentos, os pido disculpas y espero que me perdonéis.
Como bien sabéis, vine de vuelta a Nozmon por motivos personales, pues murió mi padre y quise averiguar cómo murió y vine a veros a vos también.
Durante el tiempo que estuve fuera, intenté convencerme a mi mismo de que ya no os amaba. Me lo repetía día y noche, pues pensé que ya no os iba a volver a ver, y pensé que os había olvidado. Pero volví y volví a veros.
Estáis cambiada. Tenéis el pelo largo y negro, tan negro como el cielo estaba el día que me fui, tan negro como los días que pasé sin veros.
El día que nos reencontramos el corazón volvió a latir como entonces, las manos me temblaban y apenas podían salir palabras de mi boca. Erais vos... no pensé que volviera a veros.
Cada día que pasaba mis sentimientos afloraban, pero me decía a mi mismo que no podía ser, que jamás podría estar a vuestro lado para siempre, que jamás podría tener vuestro corazón, que jamás podría dormir acurrucado en vuestros brazos, que jamás podría besar vuestros labios...
Cada instante que estuve a tu lado me sentía bien, estaba con vos, os intenté proteger todo lo que pude, aunque fallé, no se cómo pude hacerlo, no me lo perdonaré jamás.
Quería haberos mostrado mis sentimientos, pero soy un cobarde, no soy capaz de miraros a los ojos. Por eso os escribo esta carta, para despedirme de vos pues me estoy enamorando y sé que es difícil, pues cómo os vais a enamorar de un caballero que os ha fallado...
Solo deciros una cosa más, que os amo, os amo con toda mi alma, con todo mi corazón. Espero algún día poder volveros a ver, poder sentarnos bajo un árbol y poder, de una vez, deciros todo lo que siento. Poder tocar tu pelo, tus mejillas, tus labios... poder acurrucarme en tu regazo y poder quedarme dormido junto a ti. Es difícil, lo sé, es muy difícil. Ahora sabéis lo que realmente siento hacia vos, lo que realmente esconde mi corazón. Ahora parto de nuevo hacía ningún lugar, algún lugar escondido, donde esté solo... un lugar donde pueda olvidar a la mujer que más amo, donde pueda borrar recuerdos, donde pueda renacer de nuevo. Espero que la vida os vaya bien y seáis muy feliz sea cual sea vuestro destino. Por siempre...
Sir Sylcred Ralnaros, Caballero Yelmita de Nozmon
Mientras Haldra leía la carta a la luz de la vela, una lágrima caía por su mejilla. Era una carta preciosa, pero era una carta de despedida. Cuando llegó al final y vio quién la había escrito, rompió a llorar y una lágrima cayó en la firma "Sir Sylcred Ralnaros, Caballero Yelmita de Nozmon". Haldra se echó en la cama y siguió llorando mientras sostenía la carta en la mano. ¿Cómo podía imaginar que aquel caballero que estaba a su lado protegiéndola sentía tantas cosas por ella? Se preguntaba cómo no le había dicho todo lo que sentía, pues los sentimientos de Sylcred eran correspondidos por ella, aunque ella no le dijo nunca nada. Lloraba y lloraba. El hombre al que más amaba se acaba de ir para siempre porque quería olvidarla.
Se levantó y se acercó a la ventana. Levantó la mirada hacia el cielo y pudo ver la luna llena. Se puso un vestido, una capa y salió de sus aposentos. Cerró la puerta sin hacer ruido evitando que alguien despertara y bajó las escaleras. Salió al patio. Hacía frío. Se acercó al establo donde guardaban los caballos, ensilló a Nuriel, su corcel, y salió de allí. Antes de montarlo, se puso delante de él, lo acarició y acercándose a su oído le dijo:
- Nuriel, no puedes fallarme ahora. Sir Sylcred acaba de irse para siempre y no puedo dejarle marchar así. Él me ama y yo le amo a él, no puedo dejarle escapar.
El animal relinchó y agitó la cabeza, como si hubiera entendido lo que su dueña le había dicho. Haldra montó y se giró para mirar la ventana de su habitación. Mientras lo hacía, apenas pensaba en lo que iba a hacer, iba a dejar atrás todo lo que tenía para ir a buscar a Sylcred. Se puso la capucha de la capa, giró a Nuriel, y dijo: - Venga, ¡¡no me falles!!
Y el caballo emprendió el galope por los caminos por donde Haldra había visto marcharse al joven yelmita...
CAPÍTULO II: Un encuentro predestinado- Spoiler:
Sylcred continuó galopando a lomos de Hervor durante un largo trecho, pero unos cientos de metros antes de llegar a la bifurcación de caminos decidió hacer un alto. Estaba cansado por los esfuerzos de ese día y además, no podía quitarse a Haldra de la cabeza… Bajó del caballo y ató las riendas de Hervor a un árbol que estaba junto al camino, luego el clérigo se apoyó y sentó junto al árbol, mientras el caballo se dedicaba a comer un poco de hierba. Decidió no encender ningún fuego, estaría poco rato descansando y no quería ser el único foco de luz que había en mitad de la noche.
Sylcred echó la cabeza hacia atrás y se quedó pensativo… comenzó a recordar el día en el que conoció a Haldra, sus risas cada vez que cometía un error en el entrenamiento y su padre le daba una reprimenda: - Concéntrate, concéntrate.... luego miraba a su hija con el ceño fruncido y ésta se iba riendo entre dientes, aquellas noches en las que ella se escapaba y se quedaban conversando hasta la madrugada…
La última noche antes de marcharse hacia el monasterio de Helmo en la frontera de Tezhyr con Amn para enrolarse en los Vigilantes Haldra le dijo que hicieran una promesa… si alguna vez se encontraba en apuros, él vendría para rescatarla – Sylcred cogiendo su mano, la miró a los ojos y le respondió– Os lo prometo miladi.
Sylcred estaba tan abstraído con sus pensamientos que no se dio cuenta de que un jinete venía por el camino desde el castillo... Cuando estuvo a unos pocos metros de él se detuvo, seguramente había visto a Hervor tranquilamente pastando atado al árbol, el jinete llevaba una capa que cubría todo su cuerpo y poco después avanzó lentamente por el camino hasta quedarse a unos escasos diez pasos de Sylcred. Éste instintivamente fue moviendo su mano buscando la maza de su cinturón., mas entonces se dio cuenta de que se encontraba en una de las bolsas que llevaba Hervor, había dejado la maza allí antes de subir a la torre para que no le molestara ni hiciera ningún ruido…
Hervor levantó la vista de la hierba y pareció reconocer al corcel del jinete en la oscuridad de la noche, Sylcred, que todavía no podía discernir quién o qué era la figura, se levantó y alzando su brazo derecho en señal de saludo dijo:
– Buenas noches tengáis, ¿qué motivo podría albergar alguien para cabalgar en mitad de la noche?
Cuando se acercó un par de pasos, el jinete retiró la capucha mostrando claramente su rostro a la luz de la luna, en aquel instante Sylcred se detuvo en seco, reconociendo claramente a Lady Haldra sentada sobre su corcel.
- ¿Cual creéis que es el motivo por el que vengo cabalgando a estas horas de la noche? - Preguntó Haldra.
Sir Sylcred, perplejo al ver a Lady Haldra se arrodilló. Luego entrecortadamente dijo: - ¿Habéis venido... por mí...?
Haldra desmontó de su corcel, abrió el bolso que llevaba en la silla y cogió un papel doblado, luego se lo entregó a Sylcred diciendo: - Vengo por esta nota...
Sylcred se irguió y tragó saliva, podía sentir cada latido de su corazón en su pecho... Entreabrió la nota y luego dejo de mirarla, podía reconocer perfectamente su letra... miró a Haldra a sus ojos y dijo: - Entonces… la habéis leído..
- La leí... – contestó Haldra -. Y no puedo entender como sois tan valiente para dar vuestra vida a cambio de la mía y sin embargo sois tan cobarde como para dejarme una carta en mi mesilla y marcharos sin decir nada
Sylcred apartó la mirada un instante de ella...
- Sylcred, miradme a los ojos y contestad, por favor. ¿Por qué no os despedisteis de mí? ¿Dónde está vuestro valor?
- Miladi, Lady Haldra. Hace ya tiempo que nos conocemos y desde que os conocí no he podido dejar de pensar en vos... no importa qué pueda hacer por olvidaros, da igual que vaya lejos o que piense en otras mujeres... al final siempre estáis vos, sois la única dueña de mi corazón y... aunque vos sintierais algo similar por mí... el pueblo... la Corte de Nozmon, los demás nobles... no consentirían una relación entre su condesa y un recién ascendido clérigo...
- Es cierto que pude perder la vida por defenderos, - continuó hablando Sylcred -. Y volvería a hacerlo, no dudéis de ello. Pero si tuve que arriesgar mi vida fue también porque en ese descuido mío pude haberos perdido para siempre...
Quizás aun no esté preparado para ser Caballero de Nozmon, quizás no sea la persona indicada para protegeros...
Yo no quiero que esto sea una despedida para siempre... Sólo es un hasta pronto.
Sylcred se quedó mirándola a los ojos, entonces ella se acercó y devolviéndole la mirada le dijo:
- Habéis estado a mi lado desde hace mucho tiempo, como decís, y si vuestros sentimientos son sinceros, nadie, nadie, ni los nobles, ni la corte, ni el pueblo de Nozmon pueden mandar en un corazón. Casi perdisteis la vida por mí, fue un acto de valentía y ahora veo que también de amor, pues no queríais perderme para siempre. Si fuisteis nombrado caballero de Helmo fue porque os lo merecíais, por vuestros progresos y vuestra fe.
Sylcred cogió con sus dos manos suavemente una de las manos de la condesa.
- Sé que lo que decís es cierto, y agradezco de todo corazón vuestras palabras, mas creo que no tengo la experiencia suficiente como para estar a vuestro lado y protegeros de todo mal. Me gustaría poder volver al templo donde fui instruido, y una vez haya terminado con mi aprendizaje volveré a Nozmon junto a vos, para serviros y protegeros si todavía lo deseáis...
Haldra tras escuchar estas palabras, quitó su mano de entre las de Sylcred y cambio la expresión de su rostro:
- Me habéis protegido este tiempo y me siento segura a vuestro lado. ¿Vais a dejarme ahora?
Sylcred miró a Haldra a los ojos con cara apenada mientras le dijo:
- Mi señora, no pienso abandonaros, ésta es la decisión más dura que he tenido que tomar en toda mi vida. Hasta ahora os he podido proteger, pero ¿que haré si un mal mayor se cierne sobre vos?, ¿qué ocurrirá si vuelvo a cometer un error y entonces no puedo enmendarlo aun exponiendo mi vida a la muerte...? Sólo quiero volverme más fuerte y regresar junto a vos.
Haldra, con los ojos llorosos dijo:
- Me vais a dejar ahora... No tendré protección alguna, así que, ¿quién os asegura que estaré bien cuando volváis?
Sylcred avanzó un paso hacia ella. –Tenéis a Sir Igan, el prometido de Idriel vuestra consejera, además de toda la guardia de Nozmon que está a vuestra disposición...
- Es cierto, tendré mi guardia, pero no va a ser lo mismo, ellos no tienen tus dotes ni tu devoción, no son tan buenos como vos. Entonces, ¿estáis seguro de la decisión que vais a tomar? Decídmelo mirándome a los ojos.
- No os puedo engañar mi señora, no estoy seguro de que esté haciendo lo correcto, pero creo que es lo que debo hacer...
- ¿Estáis seguro entonces? – insistió Lady Haldra.
- ...sí. – respondió casi entre un susurro Sylcred
Una lágrima comenzó a brotar en los ojos de Haldra y dándose la vuelta, caminó hacia su corcel, lo acarició y montó; se puso la capucha y se volvió hacia Sylcred:
- Os vais sin preguntar qué siente mi corazón...
Sylcred se quedó paralizado sin saber que contestar. Haldra tiró de las riendas de su corcel y volvió por el camino por donde había venido, de vuelta al castillo.
Sylcred alzó la mano en ademán de detenerla... intentó hablar pero ninguna palabra logró salir de su boca... permaneció así, de pie en mitad del camino largo rato...
Luego se volvió hacia Hervor y comenzó a caminar hacia él. Éste levantó su cabeza y miro a su jinete. Acarició el cuello del corcel, una lágrima corría por la mejilla de Sylcred causándole un hormigueo pero no la apartó... dejó que cayera por su propio peso al suelo...
- Vamos, Hervor...
Sylcred montó en el caballo y miró hacia atrás. Hacia los ya lejanos muros del castillo...
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Última edición por Héroes del Destino el Vie Mar 05 2010, 07:09, editado 4 veces | |
| | | Vamp GRAN MAESTRO SECRETO
Cantidad de envíos : 4891 Fecha de inscripción : 28/06/2009 Localización : ....
Hoja de personaje raza: vampiro EQUIPO:
| | | | Dama GRAN MAESTRO SECRETO
Cantidad de envíos : 4074 Fecha de inscripción : 19/08/2009 Edad : 58 Localización : extraterráqueo
Hoja de personaje raza: humano EQUIPO:
| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Jue Mar 04 2010, 22:18 | |
| Escribir una novela no es nada fácil, así que mucho ánimo que estamos esperando las siguientes entregas. ¡Felicidades! | |
| | | Héroes del Destino sabio
Cantidad de envíos : 557 Fecha de inscripción : 12/02/2010 Localización : Monzón (Huesca)
Hoja de personaje raza: humano EQUIPO:
| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Vie Mar 05 2010, 07:10 | |
| Bueno os he puesto el capitulo 2 | |
| | | Dama GRAN MAESTRO SECRETO
Cantidad de envíos : 4074 Fecha de inscripción : 19/08/2009 Edad : 58 Localización : extraterráqueo
Hoja de personaje raza: humano EQUIPO:
| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Mar Mar 09 2010, 01:25 | |
| Jejeje, los enamorados se separan.... ¿qué les deparará el destino? Gracias por compartirlo con nosotros, espero impaciente la siguiente entrega. | |
| | | Jade iniciado
Cantidad de envíos : 79 Fecha de inscripción : 26/11/2009 Localización : Barcelona.
Hoja de personaje raza: dragon EQUIPO:
| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Mar Mar 09 2010, 05:37 | |
| No dispongo de tiempo ahora, pero ya dispondré de una noche para echarle una ojeada más allá del leve examen que le he echado.
Y criticaré, no podré evitarlo. | |
| | | Vamp GRAN MAESTRO SECRETO
Cantidad de envíos : 4891 Fecha de inscripción : 28/06/2009 Localización : ....
Hoja de personaje raza: vampiro EQUIPO:
| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Mar Mar 09 2010, 09:47 | |
| pues mi critica es buena la tuya no se como sera jade | |
| | | Héroes del Destino sabio
Cantidad de envíos : 557 Fecha de inscripción : 12/02/2010 Localización : Monzón (Huesca)
Hoja de personaje raza: humano EQUIPO:
| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Mar Mar 09 2010, 10:02 | |
| Mañana pongo el tercero si me acuerdo | |
| | | Vamp GRAN MAESTRO SECRETO
Cantidad de envíos : 4891 Fecha de inscripción : 28/06/2009 Localización : ....
Hoja de personaje raza: vampiro EQUIPO:
| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Mar Mar 09 2010, 10:05 | |
| | |
| | | Héroes del Destino sabio
Cantidad de envíos : 557 Fecha de inscripción : 12/02/2010 Localización : Monzón (Huesca)
Hoja de personaje raza: humano EQUIPO:
| Tema: Capitulo 3 Miér Mar 10 2010, 01:50 | |
| CAPITULO III: Lo que el bosque oculta- Spoiler:
¡Elegard aquilar!- El antiguo grito de guerra élfico resonó entre los árboles mientras un metro de acero mortalmente afilado atravesaba el pecho de un orco de piel curtida y grisácea. En un pequeño claro, dos figuras altas y esbeltas permanecían en pie entre los cadáveres de cuatro orcos. Saltaba a la vista que los dos jóvenes eran hermanos pues sus cabellos oscuros y su piel morena y rojiza eran del mismo tono en ambos, además se notaba cierta herencia élfica en sus rasgos afilados. El que parecía el mayor de los dos vestía pantalones oscuros y ceñidos y una camisa de mallas cubierta por una casaca del color de las cerezas maduras mientras que su hermano lucía un elegante pero práctico guardapolvos color roble. Ambos portaban dos brazaletes de cuero idénticos, sendas capas verdes, calzaban suaves botas de piel de ciervo y adornaban sus melenas con plumas y trenzas ornamentadas. - Creo que ese era el último, Evendur- dijo en tono triunfal el hermano mayor mientras sacudía la sangre de su espada. - Eso espero Custos. Por si acaso voy a darme una vuelta por los alrededores para asegurarnos- Mientras hablaba, el menor de los hermanos colocó una flecha en su arco y se adentró en el bosque con paso sigiloso. Envainando su espada, Custos se dispuso a tomar el pulso a los cuatro orcos para ver si alguno seguía con vida. - Ha habido suerte, éste está vivo- dijo para sí el semielfo mientras examinaba al segundo bruto que tenía una flecha clavada en el muslo y un feo chichón en la frente. Al poco rato llegó Evendur tan sigilosamente como se había ido y los dos hermanos esperaron a que el único orco vivo recuperara el sentido. - Quizá deberías haber utilizado algún conjuro, hermanito. Hace tiempo que no te veo lanzar ninguno. –Amonestó Custos en tono burlón. - Ya has visto que no hacen falta, con mis flechas y tu espada ha sido suficiente.- replicó Evendur con una sonrisa en la boca. Los dos semielfos eran buenos en la lucha, uno destacaba como espadachín y el otro como arquero y además, Evendur era capaz de lanzar algún hechizo menor. Custos se había entrenado en una escuela de combate durante unos años como Aryvelahr'Kerym, un estilo de combate cuerpo a cuerpo letal y flexible. Por su parte, Evendur había practicado el Arte en su niñez y aun ahora no dejaba de estudiarlo. En sus ratos libres repasaba su libro de conjuros para preparar sortilegios mientras su hermano mayor solía practicar con espadas de madera, ejecutar secuencias de respiraciones, o dar largos paseos por los bosques donde leer algún libro o seguir aprendiendo de la naturaleza. Aún así, ambos se compenetraban a la perfección y compartían un lazo élfico especial que ningún humano a excepción de algún gemelo lograría conseguir. - Cuidado Even, ya vuelve en sí- susurró Custos. Aún no había acabado de hablar cuando el orco se incorporó sentado en el sotobosque. A pesar de estar sentada, la criatura era imponente, de pie posiblemente alcanzaría los dos metros, casi veinte centímetros más que los altos hermanos. Poseía grandes músculos bajo una piel gris verdosa poblada por un vello recio y pardo -al igual que el que le caía en desordenadas greñas sobre los hombros- y un rostro porcino y colmilludo. La expresión de los pequeños ojos del orco pasó de la furia al temor cuando escuchó el tensar de la cuerda de un arco a escasos centímetros de su cabeza. - ¿Qué se os ha perdido en las afueras del bosque de Shilmista?- le espetó Custos al orco en khondazhano, la lengua hablada por los humanos en todo el centro de Faerún, con la esperanza de que la criatura lo entendiera. El magullado orco pareció dudar unos instantes pero al final respondió: - Yo no ser jefe de expedición de patrulla hacia templo. Yo no saber nada. El torpe intento de no revelar información del orco no engaño a la aguda mente de Custos. Se trataba pues de una avanzadilla de reconocimiento que se acercaba al cercano templo de Helmo. No es que el dios vigilante fuera el más apreciado por los hermanos pero no estaría de más avisar al prior del templo de que los orcos campaban cerca de sus dominios. Viendo que el orco no le daría más información de utilidad, Custos hizo un casi imperceptible gesto con la cabeza a su hermano. Esto fue lo último que vio el orco ya que con un rápido movimiento Evendur descargó una patada en la nuca peluda de la criatura que la dejó fuera de combate. - Lisse oloori- dijo Custos al orco mientras caía. Las palabras élficas para decir felices sueños acompañaron el ruido sordo del orco al caer sobre el mantillo del bosque. - Cuando despierte estará de veras enfadado- dijo Evendur con una pícara sonrisa - Sí, y con un dolor de cabeza que nada tendrá que envidiar a la resaca del licor enano- añadió Custos en tono jocoso mientras escondía los cadáveres de los otros tres orcos. Custos y Evendur Or’teu (N.d.T significa Bosque lunar. Or- bosque Teu- luna) llevaban unas cuantas decanas viajando y ganándose unas monedas como forestales para un infanzón de poca monta del norte de Tezhyr, un país situado al suroeste de Faerún que albergaba entre sus fronteras al independiente bosque elfo de Shilmista, hogar de los jóvenes hermanos medio elfos. Eran el fruto de una relación de una semielfa lunar Tezhyriana y un fornido explorador semielfo descendiente de los Or’Tel’Quessir o elfos del bosque. Aunque eran semielfos de segunda generación poseían muchas de las cualidades élficas como el amor por las frondas y la soltura con el Arte. Los dos semielfos salieron a toda prisa del claro una vez hubieron recuperado las flechas utilizadas en la lid. Abandonaron el bosque con la esperanza de llegar al templo antes que el resto de los orcos. A pesar de no ser especialmente devotos, un amigo de los hermanos se había educado en aquel lugar y era probable que estuviese por allí... ***
Sylcred cabalgaba lentamente alejándose del Castillo de Nozmon y de la persona más importante para él. La noche se hizo pesada, aunque no tardó en amanecer ya que había marchado más tarde de medianoche del castillo. Al salir el sol, el yelmita galopó a lomos de Hervor para despejarse un poco e intentar sacar de sus pensamientos a Haldra. Tenía que dejar de pensar en ella por el momento y pensar en el futuro, pero aún así era muy complicado dejar de pensar en ella. Sylcred sólo pensaba en acabar lo más rápidamente su entrenamiento para regresar a Nozmon. Estuvo cabalgando hasta el anochecer, y tuvo que comer algo mientras lo hacía. Sabía que tenía el tiempo justo para llegar hasta una posada que se hallaba a pocos días del templo de Helmo. Llegó exhausto hasta La Gallina Clueca, pues así se llamaba el establecimiento, desmontó y dejó al robusto y compacto caballo en una pequeña cuadra detrás de la posada, luego llamó a la gruesa puerta de madera. Sylcred oyó unos pesados pasos que se acercaban, y se descorrió una mirilla: - ¿Si? – una voz grave habló desde detrás de la recia puerta de madera. - Soy un viajero que se dirige hacía el norte, necesito alojamiento. – respondió el clérigo-. Sylcred oyó el refunfuñar del hombre y el sonido del descorrer del cerrojo, la pesada puerta se abrió hacia adentro. Vio a un hombre de unos cuarenta años, de complexión recia, poco más alto que él y con poco pelo en la cabeza y en la barba. El hombre respondió con un tono más amigable: - Pasad yelmita- dijo al ver el símbolo del guantelete y el ojo que Sylcred llevaba al cuello- No estamos muy acostumbrados a recibir visitas a estas horas de la noche. Sylcred caminó hacia el interior de la taberna, los gruesos muros de piedra protegían del frío. Había una larga barra de madera, detrás de ella debía de estar la cocina. El resto de la habitación lo llenaban seis taburetes que estaban junto a la barra y cuatro mesas con sus respectivas sillas. Había una gran chimenea de leña al fondo de la habitación y a un lado ascendían unas escaleras al piso superior. El posadero se dirigió hacia detrás de la barra mientras sacaba una pequeña libreta y mojaba una pluma en el tintero. Levantó la mirada y preguntó: - ¿Cuánto tiempo os vais a quedar, viajero? - Sólo necesito una cama donde pasar la noche, ¿cuánto es por una habitación?– respondió Sylcred mientras se pasaba una mano por los revueltos y pardos cabellos-. - Son seis piezas de plata. Cuando Sylcred entregó el dinero, el posadero le entregó una llave y añadió: - Subiendo por las escaleras la segunda habitación a la izquierda. Sylcred sin más, recogió la llave, se despidió del posadero y siguiendo sus indicaciones entró en la habitación. La cama estaba situada a la izquierda, junto a ella había una pequeña mesilla y al lado una estrecha ventana por la entraba la tenue luz de Selûne, ahora en cuarto menguante. Sylcred entró en la habitación, cerró la puerta con llave y se descalzó, dejó sus botas junto a la cama. Se quitó el petate y la mochila de la espalda y los dejó al otro lado de la sala. Una vez que se hubo despojado de sus pertrechos y su coraza se dejó caer en la cama. - Hoy podré descansar en un colchón. – pensó el clérigo-. Sylcred se tumbó en la cama dejando el brazo izquierdo apoyado sobre su frente. Estaba cansado pero no podía dormir, había un pensamiento que no dejaba de rondar en su cabeza… - ¿Estaré haciendo lo correcto? – dijo Sylcred en voz baja, casi en un susurro. La blanca luz de la luna iluminaba su barbada cara, al final, el cansancio de estar todo el día cabalgando hizo que cayera en un profundo sueño. Sylcred se despertó, no estaba en su habitación si no en un oscuro bosque. Se levantó y miró a su alrededor, con él no se hallaban ninguna de sus pertenencias. El yelmita maldijo en silencio. Oyó un ruido metros más allá como el crujir de unas ramas secas. Sylcred se acercó un poco al lugar del que procedía el sonido, allí en un pequeño claro del bosque se hallaba una cría de dragón azul, sus escamas brillaban iluminadas por el leve resplandor lunar. No sabía por qué pero esa pequeña cría de dragón, le resultaba familiar, había algo en sus movimientos en su mirada que le recordaban a alguien, le recordaban a… ¡Lady Haldra! Sylcred sorprendido pisó un rama sin querer, la cría de dragón se giro hacia él se miraron largo rato el uno al otro, luego la criatura avanzó una de sus patas delanteras hacía él e hizo un raro movimiento. Tanto la cría de dragón como el clérigo quedaron sobrecogidos, un extraño haz de luz azul salió de donde estaba la garra del dragón e impacto sobre el cuerpo de Sylcred haciéndole caer hacia atrás. Sylcred se irguió sobre la cama, ya no estaba en el bosque, se encontraba en la habitación de la posada. Por la frente le caigan gotas de sudor. - Sólo ha sido un mal sueño… - se dijo Sylcred-. Se volvió a recostar en la cama pero notó un fuerte pinchazo de dolor en el pecho, se levantó y quitó la ropa. Miró hacia donde había sentido el pinchazo, allí en su pecho había una extraña cicatriz en forma de relámpago, igual que el haz de luz que le impactó en su sueño…
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| | | Vamp GRAN MAESTRO SECRETO
Cantidad de envíos : 4891 Fecha de inscripción : 28/06/2009 Localización : ....
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| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Miér Mar 10 2010, 03:33 | |
| quiero masss que intrigaaaaaaaaaa como me gustaa | |
| | | vampirita GRAN MAESTRO SECRETO
Cantidad de envíos : 3567 Fecha de inscripción : 29/06/2009 Edad : 33 Localización : el el pais multikolor
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| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Miér Mar 10 2010, 10:11 | |
| yo tambien cuando tenga tiempo de leer lo leere
jade nose porke pero sera mala la kritika XD | |
| | | Vamp GRAN MAESTRO SECRETO
Cantidad de envíos : 4891 Fecha de inscripción : 28/06/2009 Localización : ....
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| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Sáb Abr 10 2010, 03:08 | |
| Sylcredddddddd quiero massssssssss por fiiiiiiiiiiiii | |
| | | Héroes del Destino sabio
Cantidad de envíos : 557 Fecha de inscripción : 12/02/2010 Localización : Monzón (Huesca)
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| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Sáb Abr 10 2010, 06:26 | |
| CAPITULO IV: El regreso al templo Aún era de noche cuando Haldra se despertó en su habitación. Últimamente tenía sueños en los que ella era un dragón que lanzaba rayos y que volaba desde la torre del castillo de Nozmon… Pero este último sueño no parecía como los demás, este parecía más real. Haldra pensó que el poder del dragón que corría por sus venas se estaba despertando. Se recostó en su lecho y al poco, volvió a quedarse dormida. Sylcred montó sobre Hervor, ya había amanecido y no había podido conciliar más el sueño aquella noche. Se dirigió hacia el camino, hacia su izquierda quedaba el sendero de vuelta a casa. Hervor hizo ademán de tomar la bifurcación de la izquierda y el clérigo tuvo que tirar de las riendas para que se detuviera. - Todavía no amigo, venga vamos. – le susurró.
Hervor relinchó y el yelmita recondujo a su caballo de vuelta al camino que llevaba dirección norte, hacia el monasterio de Helmo.
Sylcred cabalgó el resto del día y sólo se detuvo para hacer las paradas obligatorias para comer y cenar una parte de sus viandas. Cuando cayó la noche comenzó a llover tenuemente, Sylcred decidió parar a descansar cerca de un bosque un poco apartado del camino, ató a Hervor a una rama y se recostó en el mismo árbol. Al cabo de un rato, escuchó como una bandada de pájaros alzaba el vuelo alejándose rápidamente del lugar, a su mente acudió la imagen de los hermanos Or’Teu, ellos habrían sabido identificar al instante el tipo de pájaros y el porqué de su miedo. Hervor también se encontraba nervioso. El robusto yelmita se levantó cogiendo la maza de su cinto y se adentró un poco más en el bosque invadido por la curiosidad. Ninguna luz iluminaba el lugar y al llegar casi a tientas a un claro se encontró con un humano delgado, de desordenados cabellos negros y barba de tres días que se había desmayado en el suelo, tenía marcas escritas como si fuesen tatuajes de un color rojo fuego. Sylcred usó su habilidad para detectar el mal. Su mirada pareció perderse en la oscuridad durante un instante:
- Helmo, revélame la verdad.
El clérigo pudo notar que aquel humano no era maligno, pero había una presencia maligna dentro de él, un aura oscura que rodeada parcialmente su cuerpo. Las marcas parecían ser algún tipo de magia de abjuración que lo protegía… Al bajar la mirada Sylcred pudo observar una pequeña aura de maldad cerca de él, cuando se fijó más se dio cuenta que el aura provenía de la cicatriz en forma de relámpago de su sueño…
El sol lucía en lo alto creando reflejos en los charcos y gotas que pendían de las hojas, Sylcred divisó el templo a lo lejos, había recogido a aquel hombre y lo llevaba a lomos de Hervor. El corcel estaba exhausto, había tenido que galopar prácticamente durante toda la noche bajo la lluvia. Las marcas del hombre parecían haber desaparecido durante la noche mientras murmuraba en un lenguaje extraño.
El templo estaba dedicado a cuatro deidades, las partes más importantes y la muralla eran custodiadas por los devotos a Helmo- deidad de guardianes y de la protección-. En el interior se encontraban dos pequeños cuarteles de los que se encargaban los devotos de Torm- deidad del deber, la lealtad, la obediencia y de los paladines-. El resto de la fortaleza la componían el Palacio de Justicia de Tyr- deidad de la justicia- y las enfermerías de Ílmater- deidad de la resistencia, el martirio, la perseverancia y el sufrimiento-, además de las habitaciones y dos capillas, una dedicada a Helmo y la otra a las otras tres deidades. Algunos devotos adoran a la Tríada -Tyr, Torm e Ílmater juntos- aunque a pesar de eso siempre se tiene una preferencia por una de las tres deidades.
Sylcred dejó al joven y desaliñado hombre en las enfermerías de Ílmater, donde fue atendido rápidamente. Después de eso se dirigió a uno de los establos en donde dejó a Hervor, mientras lo hacía pudo escuchar las campanas que marcaban el mediodía.
– Te mereces un buen descanso amigo, has hecho un buen trabajo. – le dijo Sylcred a su corcel mientras le daba un par de palmadas en el cuello.
Sylcred se dirigió entonces a la capilla de su deidad, Helmo el Vigilante, las misas se celebraban al amanecer y al anochecer así que no había mucha gente en ese momento en la capilla. Era una sala sencilla y espaciosa aunque no excesivamente grande, detrás del altar había colocada una armadura completa a la que se rezaba como representación de Helmo. Al pasar por delante, el joven yelmita hizo una pequeña reverencia, y siguió caminando hasta que encontró a la pequeña figura robusta que buscaba, el enano estaba hablando con un joven novicio de Helmo.
– ¿Barkoff Matacobre? – preguntó Sylcred con retintín.
El enano medía en torno a un metro y medio, tenia unas pequeñas entradas en su pelo oscuro y mantenía su barba bien recortada, lucía una coraza que le cubría gran parte del cuerpo.
– Para ti, Maese Barkoff… – dijo refunfuñando mientras se giraba, luego se quedó quieto un instante mirando a Sylcred de arriba a abajo–. ¡Un momento! ¡Por las barbas de mi tatarabuelo! ¿Eres tú, Sylcred?
El joven clérigo asintió con la cabeza, el enano soltó un par de carcajadas que resonaron por toda la capilla. Se dieron un apretón de manos y luego Sylcred llevó a Barkoff fuera de la sala para contarle lo sucedido en las revueltas de Nozmon, la actual condesa de la ciudad, la cura de la plaga que la azotaba, el nombramiento de Sylcred como caballero de honor de Nozmon y lo referente al hombre de las extrañas marcas de color de fuego.
Barkoff aconsejó al yelmita que de momento guardara silencio con respecto al tema del hombre herido, últimamente la gente del templo se estaba volviendo muy supersticiosa.
En cuanto escuchó las palabras de su maestro, a Sylcred se le quitaron las ganas de explicar lo de la extraña cicatriz en forma de relámpago de su pecho. Visto lo visto, tendría que investigarlo por su cuenta y llegar únicamente por sus medios hasta el fondo del asunto, quizás en la misa del anochecer encontrara algo de tranquilidad y se reconfortara.
La misa del anochecer en la capilla de Helmo había terminado y las campanas repiqueteaban indicando la hora de irse a dormir. Sylcred decidió dar un pequeño paseo por la iglesia dedicada a la Tríada antes de acostarse.
La capilla estaba completamente vacía a excepción de las tres grandes estatuas que representaban a Tyr, Torm e Ílmater, mientras contemplaba la estatua de Tyr la puerta de la capilla se abrió de golpe. Sylcred se giró y pudo reconocer sin problemas al viajero que había encontrado en el bosque y dejado en la enfermería…
– ¿Ya habéis despertado misterioso espadachín? – dijo Sylcred sonriendo por verle despierto.
– ¿Quién sois vos? ¿Me encontrasteis en el camino delirando? –preguntó el extraño humano con cara sería.
– Sí, fui yo. Venía para aquí y empezó a llover, escuché el revolotear de pájaros huyendo y la curiosidad fue grande en mí, no pude evitar mirar y os encontré a vos tirado en el suelo sufriendo de dolor con marcas rojas como fuego por todo su cuerpo, al poco se desmayó. Durante el viaje habló en sueños en un idioma raro del que sólo logré entender algo como: Soy el poderoso Zorlek, demonio del abismo. Supuse que delirabais por algún mal en vuestro interior así que os traté con mi poder concedido por Helmo y os traje sano y salvo hasta aquí. Habéis dormido sólo un día. – le explicó Sylcred.
– ¡Oh no!– Añadió el viajero con tono preocupado–. El mal aumenta, no debí alejarme tanto tiempo de los templos.
Sylcred se quedo dudando un segundo: – ¿Perdón, qué es lo que habéis dicho del mal?
El viajero le miró seriamente: – He sido maldecido por un mago. Aún no se como eliminar la maldición y busco la manera aquí, al sur de Amn pero todavía no he encontrado nada.
– Lo siento –dijo el yelmita – Soy Sir Sylcred Ralnaros, aunque podéis llamarme Sylcred.
– Mi nombre es Alfeik Hojablanda. – se presentó el viajero.
–Interesante, lo raro es que soportaras el dolor sin suicidarte, cualquier persona más débil ya lo habría hecho, pero vos tenéis un espíritu fuerte y duradero, el de un guerrero.
Alfeik agachó la cabeza – No, sencillamente soy estúpido, mi existencia no sirve para nada, por eso sigo vivo, para encontrarla.
Una voz más grave proveniente de Alfeik habló entonces: – Por eso deberías matarlos a todos hasta que encuentres las respuestas, para empezar al inútil caballero que no sirve para nada más que para molestarte en tu camino.
Alfeik levantó su cabeza tan sorprendido como Sylcred, y se tocó el pecho buscando algo, luego salió de la habitación corriendo de vuelta a la enfermería mientras buscaba algo desesperadamente.
Sylcred entonces recordó que quitó el amuleto que llevaba el viajero antes de dejarlo en la enfermería, lo sacó de un bolsillo y lo sostuvo en su mano. El clérigo no pensaba que los hombres de Ílmater fueran a robarlo, pero no todos los enfermos tienen tan buen corazón como los clérigos que los atienden…
– ¿Esto es lo que buscas?– Alfeik miró a Sylcred con una cara llena de odio, mientras el caballero hablaba–. Te lo quité para inspeccionarlo, pero toma, si te pones así te lo devuelvo.
Sylcred le entregó el amuleto a Alfeik, quien se lo puso y pareció serenarse un poco.
Después regresaron hasta sus habitaciones donde continuaron hablando sobre sus lugares de procedencia y sobre hechos pasados. Sylcred no sabía si era porque quería compartir su dolor o quizás porque quería hacerle olvidar el suyo a Alfeik pero le habló sobre todo lo ocurrido en estos últimos meses en la ciudad de Nozmon, las revueltas, la plaga, y su partida de la ciudad. Le contó todo, menos lo del sueño del dragón azul, el joven Alfeik no podría ayudarle mucho, él ya tenía su propia maldición causándole dolor y sufrimiento. Sylcred estaba exhausto y no tardó mucho en quedar profundamente dormido en una cama blanda, hacía ya un par de días que no dormía en un sitio tan cómodo.
A la mañana siguiente se levantaron ambos, Sylcred y Alfeik, habiendo dormido plácidamente. Sylcred agradeció a Helmo el poder haber dormido bien, temía que otra vez se repitiera un sueño similar al del dragón… Era una fresca mañana de primavera, fueron a desayunar vestidos con unas ropas sencillas que les prestaron en el templo, luego, después de pasear un poco por los alrededores volvieron a sus habitaciones, el portón del templo ya estaba abierto pero a pesar de todo había poca actividad en la fortaleza. Sylcred se tumbó en su mullida cama deshecha, mientras Alfeik desenvainaba su estoque y comprobaba su filo, entonces, en ese momento un repiqueteo de campanas llamó la atención de ambos. Sylcred se irguió de golpe sobre la cama, Alfeik vio como el vello del brazo del yelmita se erizaba. La campana seguía sonando todavía.
– ¿Qué significa este ruido de campanas Sylcred?- preguntó el espadachín inquieto.
Sylcred se giró, y mirándole fijamente a los ojos añadió fríamente: –Nos atacan.
Sylcred se levantó de la cama de un salto, no había tiempo para ponerse la armadura, recogió el escudo y la maza y salió junto a Alfeik corriendo al patio de armas. Una banda de orcos atravesaba el portón mientras combatían contra los primeros defensores.
- ¿Orcos? ¿De día?-. Sylcred no daba crédito a lo que sus ojos veían los orcos eran criaturas que detestaban la luz del sol.
No había tiempo para mucho más, dos orcos con grandes hachas se abalanzaron hasta donde se encontraban los dos humanos, Sylcred bloqueó el primer golpe y se preparó para contraatacar, el orco esquivó el ataque, e intentó golpear a la izquierda del clérigo, este dio un paso hacía atrás evitando el ataque pero era una finta. El orco tomó impulso levantando el hacha sobre su cabeza haciéndola descender sobre la de Sylcred, que consiguió dar un ligero paso atrás esquivando a duras penas el ataque que le causó un corte a pocos centímetros del ojo izquierdo. La herida no era muy grave pero la sangre empezó a nublarle la visión y el sudor debido al esfuerzo del combate entraba en la herida haciendo que le escociera y le impidiera concentrarse. El orco descargó otro golpe sobre su escudo para avanzar y aprovechando su ventaja derribó a Sylcred al suelo. Puso su pie sobre el pecho del clérigo justo donde se encontraba la cicatriz de relámpago. Sylcred intentó moverse pero el dolor se lo impedía. El orco levanto el hacha para dar el golpe final. El yelmita hizo un último esfuerzo, pero no consiguió nada. Sabía que iba a morir, pero no temía a la muerte, sólo lamentaba el no volver a ver a las personas que quería... con una plegaria a Helmo cerró los ojos, y aceptó su destino... | |
| | | Héroes del Destino sabio
Cantidad de envíos : 557 Fecha de inscripción : 12/02/2010 Localización : Monzón (Huesca)
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| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Sáb Abr 10 2010, 06:27 | |
| Lo siento pero como no me deja ver lo que escribo cuando posteo creo que hay algunas cosas que estan mal :s de todos modos creo que esta bastante legible, solo me queda un capitulo sólo por poner. | |
| | | Vamp GRAN MAESTRO SECRETO
Cantidad de envíos : 4891 Fecha de inscripción : 28/06/2009 Localización : ....
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| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Sáb Abr 10 2010, 08:57 | |
| MOLAAAAAAAAAAAAA me gusta muchoooo se entiende perfectamente no te preocupes Sylcred espero con ansia leer el capitulo que queda PD:me ha dicho un pajarito que es vuestro cumpleaños muchas felicidadesssssssss | |
| | | Héroes del Destino sabio
Cantidad de envíos : 557 Fecha de inscripción : 12/02/2010 Localización : Monzón (Huesca)
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| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Sáb Abr 10 2010, 09:38 | |
| Muchas Zankius | |
| | | Ishtar GRAN MAESTRO SECRETO
Cantidad de envíos : 12042 Fecha de inscripción : 27/06/2009
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| | | | Héroes del Destino sabio
Cantidad de envíos : 557 Fecha de inscripción : 12/02/2010 Localización : Monzón (Huesca)
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| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Lun Abr 19 2010, 20:44 | |
| CAPITULO V: Ambición- Spoiler:
A unas cuantas millas de distancia al sur, cerca de Nozmon, una caravana compuesta por tres carromatos con mercancías de Lheshayl viajaba con rumbo a la fortificada villa de Nozmon. En una de las carretas, un hombre moreno de cabello corto se rascaba su recortada perilla en actitud pensativa. A pesar de que las mercancías que llevaba para vender apenas le reportarían beneficios, unos cuantos toneles de vino y licores, Miscamakus viajaba recostado en su asiento y con una sonrisa de satisfacción pintada en su sagaz rostro. Con apenas treinta años, ya había conseguido amasar una pequeña fortuna como mercader en las ciudades el estrecho de Vilhon. Pero él era un hombre ambicioso y se había propuesto dedicarse al comercio de objetos valiosos. Su primer objetivo era el cáliz de pedrería que guardaban los yelmitas en un templo fronterizo. Y por ahora el plan estaba resultando un éxito. Miscamakus sabía que los orcos de los alrededores del templo estaban continuamente acosados por los clérigos y paladines, pero los brutos no tenían agallas para presentarles batalla en su fortaleza. Pero ahí es donde entraba la actuación de su bella compañera Airinna, una joven e inteligente semielfa de largos cabellos dorados que la familia del comerciante había adoptado hacía unos años. Para Airinna, la tía del mercader fue como una segunda madre ya que la cuidó y la introdujo en los estudios del Arte. Como maga, la semielfa tenía un futuro prometedor y Miscamakus sabía que podía aprovechar ese don para su beneficio personal. Dialogar con el caudillo de una tribu de orcos no era tarea fácil teniendo en cuenta que sólo con acercarse a su gruta uno esperaba ser recibido, como mínimo, con piedras y jabalinas. Pero la magia de invisibilidad de Airinna les puso las cosas mucho más fáciles así como el conjuro que usó para hechizar al caudillo y hacerlo más...receptivo a las locuaces palabras del astuto Miscamakus. Unas cuantas exaltaciones a Gruumsh, el dios orco, y la promesa de fortuna y cadáveres de clérigos fue el detonante para que la tribu se pusiera en marcha rumbo al templo. -Pareces distraído- Una voz suave a sus espaldas sacó al comerciante de su meditabundo estado. -Oh, no es nada Airinna- repuso él con tono paternal. -Supongo que sabrás que los orcos no tienen ninguna posibilidad contra los yelmitas, ¿verdad?- dijo la semielfa sentándose junto a Miscamakus. -No, querida, sabes que no tengo nada personal contra esos meapilas de Helmo, pero en ese templo tan bien protegido guardan algo que quiero tener en mi poder- contestó el humano en tono tranquilo- Sabes tan bien como yo que los yelmitas pondrán a salvo su reliquia trasladándola a otro lugar mas seguro, el ataque es sólo una distracción. Mientras la caravana seguía avanzando, a lo lejos comenzaban a dibujarse las murallas del imponente castillo de Nozmon, residencia del obispo yelmita Orvuin. Como bien sabía Miscamakus, el castillo de Nozmon era el lugar consagrado a Helmo más próximo al templo atacado por los orcos, y los previsibles yelmitas habrían guardado con toda seguridad el cáliz entre sus muros. El astuto mercader llevaba una carga de vino y licores precisamente para la guardia condal que residía en el castillo, las puertas de la fortaleza estarían abiertas para él, y con ello, el acceso a la reliquia... ***
Custos corría unos pasos por delante de su hermano, hacía ya una hora que estaban siguiendo el rastro de los orcos. El camino alternaba alguna zona boscosa de vegetación más densa que les resguardaba del calor del sol. - Parece que Lazhánder hoy nos mira de cara- El comentario de Evendur sobre el calor del sol recordó a Custos las alusiones a los dioses que su amigo Sylcred solía emplear. Al recordar la importancia de su rastreo, ambos hermanos aligeraron el paso. Cuando pasaban cerca de un bosquecillo de robles, Custos se detuvo y se agachó tocando con sus dedos la tierra húmeda del camino. - ¿Qué ocurre hermano?- dijo Evendur cuando llegó a su posición. Custos se giró y señaló las pisadas que había en el suelo. - Aquí ha habido una refriega, las ramas de esos arbustos están partidas y las huellas de los orcos se aúnan en todo este lugar. Mientras hablaban, Custos vio unos surcos en el suelo, parecía como si se hubiese arrastrado algo, siguió las marcas hasta uno de los arbustos laterales y lo apartó. Allí encontró los cuerpos sin vida de un par de jóvenes humanos. Al parecer, los orcos no habían tenido ningún problema para derrotar a estos combatientes ya que no había ni rastro de sangre oscura. Se fijó en la insignia que llevaban en el pecho, era el ojo de Helmo. Entonces recordó lo que habló con Sylcred la última vez que se encontraron, en la ciudad de Nozmon. El templo tenía contratados a unos mercenarios que se encargaban de vigilar la frontera y las tierras cercanas al monasterio. Estos combatientes eran la primera defensa y representaban la primera alarma en caso de ataque. Sylcred, junto a Hogan McCaarn y Rothem Fharn, dos humanos conocidos también por los dos semielfos, formaban parte de este cuerpo cuando el anterior conde de Nozmon, Góriard Von Cestal, tío de la actual condesa, gobernaba estos territorios. Custos notó la mano de su hermano que se apoyó en su hombro sacándolo de sus cavilaciones. - Desde aquí se puede ver el templo, los orcos deben de estar aprovechando las zonas de maleza para llegar hasta él sin ser descubiertos. - Entonces debemos de darnos prisa.- añadió Custos. Los semielfos tomaron el camino más corto para llegar hasta el monasterio. Cuando se aproximaron a sus puertas, el ataque ya había comenzado. La banda de orcos se apelotonaba en las puertas abiertas del templo luchando contra los devotos combatientes de su interior. Custos desenvainó su espada a la carrera mientras Evendur colocaba dos flechas en su arco y disparaba a los orcos. Una de sus flechas se clavó en la pierna de una de las criaturas haciéndola caer al suelo por el dolor, la otra rozó el brazo de otro orco que se giró para combatir contra aquello que le había golpeado. El orco herido en el brazo, cuya armadura de metal y cuero mugriento se le ajustaba al cuerpo como un segundo pellejo, avanzó y vio a un semielfo que cargaba contra él con la espada agarrada a dos manos. El velocísimo mandoble de Custos descendió hacia la criatura mientras el silbido del acero se mezclaba con un grito de guerra. - ¡Elegard aquilaaaaaaaaar!El orco intuyó que el ataque iba a ir hacia su izquierda e intentó bloquearlo con la pesada clava que portaba como arma, pero en el último momento, Custos pasó sus manos por encima de la cabeza para golpear en la parte derecha del orco. El metal damasquinado cercenó el brazo derecho del orco que cayó entre estertores de dolor al suelo. - Bien y ahora a por el siguiente.-pensó Custos. ***
Las anillas de una cota de mallas resonaron al caer al suelo. La joven humana contempló como el rubio guerrero que estaba luchando cerca de ella caía al suelo inconsciente por el golpe de una maza orca. De espaldas a ella se encontraban los demás combatientes que se esforzaban por evitar que ningún orco más rebasase la puerta del pequeño fortín. Frente a ella dos orcos que habían superado las defensas se preparaban para atacarla, el bruto de la izquierda portaba un hacha a una mano como arma, el otro era el orco de la maza de armas que había tumbado al defensor. Ilyranna sujetó firmemente la lanza que llevaba como arma, inclinándola ligeramente hacia abajo en posición de defensa. Su larga melena oscura le caía sobre los hombros, húmeda por el sudor y el calor del día. Los dos orcos atacaron casi al mismo tiempo, Ilyranna atacó al orco de la maza, el mas grande y calvo de los dos, con la fortuna de golpearle en la mano haciéndole soltar la pesada arma que llevaba, el otro orco avanzó a la carrera para atacar a la humana por su flanco ahora descubierto, pero esta dio un paso lateral esquivando parcialmente el ataque del hacha que se deslizó por la pequeña rodela de metal que llevaba sujetada con correas en su antebrazo izquierdo. Ilyranna atacó entonces al orco del hacha, pero este saltó hacia atrás evitando el golpe, la humana miró a su derecha, la otra criatura estaba agachada recogiendo su arma, no podía perder esa ocasión. Con todas sus fuerzas gritó y cargó contra el orco desprevenido hendiéndole la punta de la lanza en el costado derecho. El orco soltó un grito de dolor, pero no era una herida mortal y con las fuerzas que le quedaban sujetó con sus dos manos la lanza que aún estaba clavada en él. El orco del hacha avanzó hacia ella lanzando un bramido de triunfo en su idioma gutural. La humana tuvo que soltar la lanza y dar un paso para atrás para evitar el ataque, el orco se encontraba ahora a dos pasos de ella preparado para atacar, pero un gritó resonó por todo el templo. Ilyranna sabía que algún orco más había atravesado las defensas, miró hacia la dirección de la que provenía el grito, allí vio a un joven espadachín humano y a un orco que portaba una gran hacha a dos manos cayendo al suelo con una daga clavada en el abdomen. La humana miró de nuevo al combate que tenía entre manos, su adversario también se había distraído con el grito. Ilyranna avanzó hacia él desenvainando una fina espada élfica que llevaba en el cinto, un regalo de una antigua amiga, y con un movimiento de arriba abajo hizo un profundo corte en el cuello del orco. El cuerpo del bruto se derrumbó a peso en el suelo, con la sangre manando de la herida que también impregnaba los ropajes de color azul oscuro de ella. El otro orco se encontraba a unos tres metros, ya se había quitado la lanza del costado y la miraba con cara desafiante, ella le devolvió la mirada apuntándole con la espada manchada con la sangre negra de su compañero. Un grito orco resonó entre el entrechocar de las armas y los salmos de los guerreros que se encomendaban a Helmo y a la Tríada en la lucha. Ilyranna sólo llegó a entender tres palabras, “jefe muerto! Huir!!”. El orco que se encontraba frente a ella salió corriendo para intentar salvar su vida. La humana volvió a colocar su espada en el cinto de cuero y se acercó al joven guerrero que había caído a su lado, intentó encontrarle el pulso pero estaba muerto, el golpe le había fracturado las costillas. Elevó una pequeña plegaria a Selûne, la diosa de la Luna y una de las más antiguas de Faerûn, y fue hacia el lugar donde antes escuchó el grito que le sirvió para derrotar al bruto. En el suelo yacían tres cuerpos, dos orcos con dagas atravesadas en su abdomen y un joven humano de cabellos pardos con la cara y el pecho ensangrentados. Se acercó hacia él, aún respiraba. Sacó unas vendas de su bolsillo, le limpio un poco la cara y abrió su camisa. Dejó escapar un pequeño grito al contemplar la extraña cicatriz sangrando en su pecho, y utilizó rápidamente las vendas para cubrirla. Mientras curaba al desconocido, uno de los orcos que estaba a su lado se incorporaba arrancándose la daga que tenía clavada. Ilyranna se dio cuenta demasiado tarde para poder esquivar el ataque, interpuso su rodela pero el fuerte hachazo del orco hizo que se le entumeciera el brazo izquierdo. Vio que la criatura se preparaba para darle el golpe de gracia, pero de repente su hacha se detuvo a medio recorrido, la joven se apartó mientras veía como el orco entornaba los ojos y se desplomaba inerte en el suelo. Una flecha negra sobresalía de su espalda. - Buen disparo Even.- le dijo Custos a su hermano entre jadeos. Evendur recuperó algunas de sus flechas, la batalla había terminado y los dos hermanos se acercaron hacia donde la lucha había sido más encarnizada. - ¡Sylcred!-. Custos salió corriendo cuando reconoció a su amigo en el suelo hasta llegar a su posición. - ¿Le conocéis?- contestó Ilyranna todavía dolorida en el brazo por el golpe. - Es un amigo nuestro.- respondió el otro semielfo al llegar junto a su hermano. - Las enfermerías están por aquí.- Ilyranna avanzó para guiarles el camino. Los dos semielfos cogieron uno de cada brazo al clérigo y siguieron el camino marcado por la joven humana. - Me llamo Custos y este es mi hermano Evendur. - Mi nombre el Ilyranna Isilwen. Pero podéis llamarme Lyra.
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| | | Vamp GRAN MAESTRO SECRETO
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| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Lun Abr 19 2010, 21:29 | |
| QUE GUAYYYYYYYYY SYLCRED ES LA MISMA HISTORIA O ES OTRA? | |
| | | Héroes del Destino sabio
Cantidad de envíos : 557 Fecha de inscripción : 12/02/2010 Localización : Monzón (Huesca)
Hoja de personaje raza: humano EQUIPO:
| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Lun Abr 19 2010, 23:07 | |
| Es la misma es el ultimo capitulo que escribi | |
| | | Vamp GRAN MAESTRO SECRETO
Cantidad de envíos : 4891 Fecha de inscripción : 28/06/2009 Localización : ....
Hoja de personaje raza: vampiro EQUIPO:
| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Mar Abr 20 2010, 01:35 | |
| mmmmmmmmmmmmm pues a por la siguiente entrega que me has dejado intrigada xd | |
| | | Dama GRAN MAESTRO SECRETO
Cantidad de envíos : 4074 Fecha de inscripción : 19/08/2009 Edad : 58 Localización : extraterráqueo
Hoja de personaje raza: humano EQUIPO:
| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir Miér Mayo 05 2010, 22:01 | |
| Siempre es un placer leerte Sylcred, espero que te animes a terminar la novela y que la compartas con nosotros tal y como has hecho hasta ahora.
¡Salud y honor milord! | |
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| Tema: Re: Una pequeña novela que empecé a escribir | |
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| | | | Una pequeña novela que empecé a escribir | |
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