Relato Corto: Acertijo

La luz de Lazhánder se filtraba entre las montañas como gotas de rocío caían de una fina hoja. Era temprano pero el pequeño gnomo ya estaba levantado y caminaba alegre por entre las calles de la pequeña ciudad. Hacía algo de frío (natural en esta época) pero el gnomo sólo iba abrigado con una fina camisola blanca, un chaleco de cuero y unos pantalones (de cuero también). Mientras caminaba el sonido de sus botas resonaba en el empedrado casi desierto excepto por algún que otro madrugador, en su mano derecha giraba con un dedo una llave de acero para entretenerse.

Se detuvo un momento pensativo, acariciando su larga perilla negra Después de haber dado su paseo matutino decidió que ya era hora de regresar a casa y abrir la tienda. La luz del sol empezaba a cubrir el pequeño valle y las calles poco a poco se iban llenando de gente.

Justo antes de llegar a la puerta se paró para contemplar el letrero del local, ponía Nvarri. ¡Vaya! – Pensó el gnomo- la Z se ha descolocado otra vez, tendré que coger luego la escalera para poner bien el nombre, no se porque decidí poner las letras de metal con un enganche.

Metió la llave en la cerradura y la giró hacia la derecha, apenas había entrado cuando le sorprendió el ya habitual:

- ¡Grraa, Acertijo, Acertijo! – el graznido de un pájaro venía de la parte izquierda del local. Colgada de una viga, allí estaba una gran jaula de metal en la que un loro se movía inquieto.

- ¡Hola Biturico!, le dijo el gnomo al animal.

- ¡Hola Hola, Grraa, Acertijo!, le respondió el loro.

Acertijo (así es como se hacía llamar el gnomo), dejó la puerta abierta y la atrancó con un pequeño taco de madera para que la luz del día entrara en el local. El loro miraba los movimientos del gnomo, estaba cerca de los barrotes y entre dos de ellos se podía ver su oscuro ojo mirando fijamente lo que ocurría fuera de su “casa”.

El gnomo dio un rápido vistazo al local, aunque por fuera pareciese pequeño sabía aprovechar el espacio, a la izquierda del local una retahíla de estantes almacenaban varios frascos vacíos de diversos materiales detrás del mostrador. Sobre la mitad del mostrador izquierdo estaba la gran jaula donde descansaba el loro.

En la pared del fondo a la izquierda se encontraba a la única puerta del local, ahora entreabierta y junto a ella un armario cerrado con llave la acompañaba y delante de él una pequeña vitrina en la que hay exhibidos varios pergaminos.

A la derecha del local había un extraño y alto perchero rodeado de algunos papeles en el suelo y tras el perchero, junto al mostrador, un pequeño estante con varias figuras y abalorios varios completaban el local.

- ¡Grraa! – el graznido de Biturico sacudió a Acertijo de sus ensoñaciones.

- Ahora te saco, tranquilo. – le respondió el gnomo.

Acertijo se acercó detrás del mostrador y sacó un pequeño taburete, se subió sobre el y después sobre el mostrador y abrió la jaula. El loro salió volando y dio varias vueltas al local graznando antes de posarse en el perchero, tras lo cual se puso a acicalarse las plumas.

Pasados unos minutos el primer cliente del día apareció por la puerta, se trataba del hijo del tabernero del pueblo, era un joven pelirrojo de pelo corto y cara pecosa.

- ¡Grraa, Hola Hola! – saludó el loro.

- ¡Hola! – le devolvió el saludo el joven. Tras esto se acercó al animal y le dio un mendrugo de pan duro que sacó de su bolsillo.

El loro se acercó a la mano del joven y le arrebató el pan con el pico, tras esto agarró el pan con su pata izquierda mientras lo desmenuzaba.

- Hola Gorbert, ¿qué te trae por aquí? – le contestó el gnomo desde detrás de la vitrina.

- Mi padre me envía para comprar dos jarras grandes de cristal y un barril vacío. – le respondió Gorbert.

- ¿Otra pelea de taberna? – preguntó el gnomo arqueando una ceja.

- Si, Barry les tuvo que echar a patadas en cuanto empezaron a lanzarse cosas a la cabeza… – dijo suspirando Gorbert.

- Bueno puedes coger las jarras de ese estante pero no me quedan barriles, dile a tu padre que mañana intentaré conseguirle uno. – añadió Acertijo.

Una vez realizada la transacción y con unas cuantas monedas de cobre en el “cajón del dinero”. Acertijo cogió unas pequeñas lentes y se puso a hacer cuentas distraído mientras se imaginaba el traslado a una gran ciudad.

Si, en vez de viejos pergaminos vacíos tendré pergaminos mágicos de todo tipo, las jarras de cristal serán pociones de colores chillones y los abalorios serán sustituidos por amuletos y talismanes mágicos... – musitaba para si mismo el gnomo.

Tras atender otros quehaceres diarios, Acertijo cerró la puerta al mediodía para ir a comer, eso sí, no sin antes echarle algo de comida a Biturico que graznaba sin parar al ver que su dueño se iba y le dejaba sólo en el local.

Una vez comido y descansado, Acertijo volvió a abrir su local.

A media tarde un viajero entró en la tienda, llevaba bastón y una larga capa marrón, cualquiera se podría pensar que era un normal peregrino, pero los saquitos de su cinturón dieron a entender a Acertijo que se trataba de algo más. Al quitarse la capucha, el gnomo pudo ver mejor al hombre. Era de mediana edad con una barba canosa de algunas semanas y una mirada profunda.

- ¡Grraa, Hola Hola! – saludó el loro.

- ¡Hola! – se dispuso a saludar rápidamente el gnomo. - Me llamo Abanio Cervaren Tirrig Jomonicus, o Acertijo como usted prefiera. ¿Qué le trae a mi humilde local?

- Encantado de conoceros Abanio Cervaren Tirrig Jomonicus. - contestó meticulosamente el viajero sin equivocarse en una sola silaba. – He venido a buscar pergaminos o un libro en blanco si también tienes uno, el tabernero me ha dicho de que dispones de buen material para la escritura.

- ¡Desde luego! – el gnomo se puso a rebuscar rápidamente entre los cajones y sacó un libro de buena encuadernación vacío y unos pocos pergaminos. –Aquí tenéis, creo que esta todo.

- En cuanto a la forma de pago, había pensado en un trueque, ya que últimamente dispongo de pocos recursos monetarios. – el hombre busco entre sus ropajes para sacar un recipiente cilíndrico de cuero con un tape, después se lo entregó al gnomo.

Acertijo cogió el recipiente y sacó un pergamino de su interior. Al desenrollarlo pudo ver la escritura dracónica del mismo, se trataba de un pergamino de un conjuro arcano.

- Es un pergamino de Identificar, seguro que os puede ser de utilidad. – el mago recogió el libro y los pergaminos vacíos mientras contemplaba al gnomo observar el pergamino mágico. - ¡Hasta pronto! - se despidió el mago, pero Acertijo seguía absorto con el pergamino.

- ¡Grraa, Hola Hola! – el graznido del loro, saco al gnomo de sus cavilaciones.

Dos hombres acababan de entrar en la tienda, como el viajero anterior estos hombres no eran del pueblo. El primero era alto y delgado mientras que el segundo era bajo y regordete, ambos eran de piel morena y tenían el pelo oscuro. El gnomo empezó a desconfiar.

- ¿En que puedo atenderles amables señores? – dijo Acertijo mientras abría despacio un cajón y cogía algo que había en él.

Oh, verás… – dijo el más bajito de los dos hombres. …queremos todo el dinero del que dispones.

Acertijo sacó el objeto que había cogido y apuntó con él a los dos hombres, era una pistola de boquilla ancha. Al ver el artefacto los hombres retrocedieron un poco y el loro salió volando del local graznando algo parecido a Zvarri.

Después de unos pocos segundos el hombre alto sonrió. - No está cargada, no le tengas ningún miedo hermano no es más que un juguete, y ahora por darnos ese susto te haremos un “regalo” adicional.

– ¡Maldición! – pensó Acertijo. Confiaba en que fueran lo suficientemente ignorantes como para que no lo supieran.

De repente el local se oscureció, una gran figura apareció en la puerta tapando la luz que entraba a la tienda. Se trataba de un semiorco, era más alto que el tipo delgado, sus brazos musculosos eran tan anchos como la pierna de una persona normal, llevaba una armadura de cuero, ropas marrones y giraba la cabeza a uno y otro lado.

- Parece que no habéis aprendido nada de lo de ayer… – dijo el semiorco con voz grave. Tras esto se acercó a los dos hombres, cogió al más delgado con su mano izquierda por el cuello y al bajo lo levantó con su otra mano hasta la altura del primero.

El semiorco sacó a los dos hombres del local como si fueran dos sacos vacíos, Biturico entonces regresó al local volando y graznando. –¡Barry, Barry!

- Si… - suspiró el gnomo. - Hemos tenido suerte de que Barry estuviera cerca.

Tras esto guardó la pistola en el cajón y contempló como Barry se deshacía de los dos hombres. - Tendré que darle luego unas cuantas monedas por sacar la basura. – pensó el gnomo.

La tarde transcurrió sin más novedades, luego Acertijo pagó a Barry una buena cena en la taberna y luego regresó a casa para descansar.

El gnomo entró en el local, Biturico no le saludó como de costumbre, ya estaba dormido en su jaula, se acercó a la vitrina y recogió el recipiente de cuero con el pergamino dentro. Atravesó la puerta del fondo y subió por las escaleras.

Entró en su habitación y dejó el pergamino sobre el pequeño escritorio que tenía, encendió un pequeño candil de aceite y se puso a descifrar las palabras arcanas que harían desencadenar su poder, anotando cada nuevo dato en un pergamino en blanco a base de tinta y pluma.

Y así a la tenue luz de la lámpara, Acertijo se sentía un poco más cerca de ver cumplido su sueño…