Las Leyendas Secretas de los almogávares.
La muerte de Losilban (o el nacimiento de las armas del pueblo almogávar)
Tiempo atrás los viejos de las tierras de Aragón contaban la historia del gigante Losilban, de cómo secuestró a Marieta y de cómo fue atacado por las gentes de la región y envenenado. Lo dieron por muerto pues Losilban de él jamás más se supo.
Pero estas gentes no sabían de su verdadera desaparición.
Esta es la historia de Ricolfe (1) la leyenda en la que los almogávares se cuentan entre ellos ante un fuego antes de entrar en batalla.
Ricolfe vivía no lejos de la cueva de Losilban junto a su mujer llamada Maria la embrujadora.
Así era llamada pues, con sus brebajes y pócimas, era capaz de curar cualquier mal de la región.
Una noche de invierno mientras María y Ricolfe se disponían a dormir, la puerta de la casa fue arrancada de cuajo y una enorme mano arrancó a María del interior de la casa.
Ricolfe corrió hacia la entrada. Pero la puerta fue colocada bruscamente en su sitio.
Golpeando fuertemente a Ricolfe que salió despedido varios metros en el interior de la casa.
Antes de perder el conocimiento. Ricolfe pudo ver como la enorme mano también se lo llevaba a el.
Ricolfe despertó helado de frio, en una de las salas de la cueva de Losilban, una sala grande con una abertura en el techo. El suelo estaba cubierto por un pequeño manto de nieve y del techo surgía una colección de carámbanos de hielo del agua que se filtraba.
Ricolfe estaba maniatado fuertemente de manos y pies con una gruesa soga.
Ricolfe sabía de la existencia de la cueva y del gigante Losilban por las historias que se contaban en la región.
La entrada a la sala estaba a la derecha, Ricolfe podía observar la luz de un fuego que venia de allí.
Y entonces pudo oír a Losilban desde la otra sala.
- María tu me has de salvar. Tú el vereno (veneno) de mis venas tienes que sacar.
- Si no te mataré y con la carne de tu esposo me he de saciar.
A lo que María respondió:
- Del infierno vienes y a él volverás pues María la embrujadora no te va ayudar.
- Mátame a mí y cómelo a él…
Ricolfe al oír esto rápidamente intento liberarse de sus ataduras viendo que no podía.
Se hace con un carámbano ancho y corto que estaba en el suelo junto a él y que cortaba como cuchilla.
Cortó sus ataduras con él, y lo puso en su cinturón y arrancó unos cuantos más del techo mas largos a modo de dardos. Y corrió a hacia la otra sala.
Allí encontró a Losilban con María en una de sus manos como si fuera una muñeca.
Al verlo Losilban entró en cólera y lanzando un monstruoso grito estrelló a María contra una de las paredes de la cueva.
Ricolfe lanzó sus dardos de hielo contra Losilban que en su brazo se fueron a clavar. Después de esto, corrió hacia el fuego y con una patada lanzó un haz de ascuas a la cara de Losilban, cegándolo.
Losilban gritaba de ira y de dolor y a tientas trataba de atrapar a Ricolfe. Ricolfe cogió el cortante hielo de su cinturón y desjarrateó a Losilban (cortó los tendones de sus talones) este cayó de rodillas lo cual aprovechó Ricolfe para coger su cabello por su espalda tirar de él hacia atrás y degollar a Losilban.
Cubierto de sangre Ricolfe corrió hacia el cuerpo sin vida de María, la abrazo fuertemente llorando amargamente.
Tras un rato Ricolfe decidió que debía partir de aquel lugar, sepultó el cuerpo de María bajo unas rocas. Y al observar el cuerpo del gigante antes de marchar se dio cuenta que sus dardos clavados en el brazo ya no eran de hielo sino de metal. Y la ancha hoja de hielo que portaba en el cinturón también. La sangre de Losilban había hecho esto al mezclarse con el hielo. Arrancó las lanzas del brazo de Losilban y lo arrojó al vació precipicio desde la entrada de la cueva.
Fuera amanecía y Ricolfe bajó descolgándose hasta el valle y se acercó a un riachuelo a beber y a limpiar su cuerpo de la sangre de Losilban.
A lo lejos Ricolfe pudo ver como un jinete seguido de muchos hombres armados se dirigían a donde estaba él.
El jinete saludó cortésmente. Ricolfe respondió al saludo. Y le preguntó al jinete.
- ¿A dónde os dirigís señor?
El jinete le contestó, - Vamos a una gran batalla en nombre del rey. Veo que sois un hombre de armas (refiriéndose a las lanzas y al cuchillo Ricolfe) uniros a nosotros.
Ricolfe lo miro y dijo:
- ¿Pagáis bien?
- ¡¡Qué decís insensato esto es por el honor de nuestro rey!!
A lo que Ricolfe respondió.
- Mirad señor mi corazón y mi honor han quedado sepultados bajo unas piedras en aquella montaña. Ya nada me ata a este lugar, si he de pelear lo haré por algo que me merezca la pena. Y sin corazón mi único dueño y señor será lo que me podáis pagar.
El jinete sorprendido le dijo a Ricolfe. Bien parecéis sincero os pagaré. Por vuestros servicios en batalla, pero espero que merezcan la pena.
- Señor sólo os diré que ya no sería la primera vez que me baño en sangre…
Y Ricolfe marchó a la guerra con estos hombres …….
(1) Nombre aragones adoptado Del germanico Ricolfe 85.77. (< r i ks 'pode- roso' y wul f 'lobo').