En la profundidad del bosque

Es Jade quien sale al paso de Ishtar, reptando entre los árboles como una enorme iguana.

Es sorprendente como calcula sus movimientos al mínimo detalle para no quebrar las ramas ni derribar nada; La Verde, a pesar de estar en tierra, se muestra en cierto modo hábil cuando se esfuerza en ello. No suele ser habitual en un dragón, pero la mayoria de Verdes están acostumbrados a terrenos así.


Cabe añadir que es una forma de desplazarse terriblemente lenta, y entiende que no sorprenderá a la otra dragona; Pero le dará la ventaja suficiente como para no ser vista la primera.

- Abandonad mi hogar de una maldita vez. - Expresa cuando Ishtar entra en su ángulo de visión. La Zorra Verde está, en equilibrio, entre tres árboles, estirada y coleteando débilmente dejando la extremidad colgando en vertical, asemejándose un péndulo.

Está a cuatro metros del suelo.

Jade no tiene intención de confrontarse con una congénere, al menos no mientras no sepa que la ventaja es suya. No quiere quedar herida allí, vulnerable en una tierra donde fácilmente podria aparecer otro dragón o una cacería de vampiros.


Un bufido de irritación deja escapar una pequeña nube de gas tóxico, disuelta en el aire. - De otras muchas criaturas, entre no te encuentras ni tú ni los no-muertos. Tolero la presencia de elfos y otros feericos, pero no de dragones entrometidos.

Como es natural, la pone nerviosa la idea de que Ishtar quiera las riquezas de su tesoro personal, en su cubil, a pesar de lo reducido de la fortuna.

Jade se está enfadando, pudiera notarse tanto en el brillo peligroso de los grandes ojos que, fijos en Ishtar, no han dejado de calcular la situación ni un solo momento. También en el crujir de las ramas bajo sus leves movimientos, correcciones que la llevan a acercarse un poco más o a facilitar un posible salto.

Habrá proyectado mentalmente ya unas siete formas diferentes de procurarle una muerte temprana, todas sin realización por esa misma prudencia que la llevó a no intentar asaltarla de primeras.

- ¿Y quién eres tú? ¿Te enardece proteger los fallos de éste mundo, a los que son incapaces de protegerse a si mismos? - Después de todo, la vampira la provocó. La Zorra Verde enrosca el cuello entorno a un tronco, aún mirándola, sacando la lengua imitando a una serpiente. No es menos víbora. - ¿A qué has venido? ¿A impartir falsa justicia? ¿A buscar mi arrepentimiento? ¿A que te prometa que no lo haré más? - El tono burlón de ahora roza el terminar las palabras con una carcajada; Que es capaz de contener, seria una distracción fatal.

Jade pierde el brillo peligroso de los ojos, pasando, inevitablemente, a carcajearse gorgoteante al mantener la boca cerrada, apenas dejándole espacio a la lengua que aún está fuera.

- ¿Y cómo harás perdurar la... paz? - Pregunta intrigada. La Zorra Verde podria cuestionarselo de mil maneras, pero, aunque entretenido, no seria más que una pérdida de saliva inútil.

Jade la observa artera; En esta ocasión no se exhibe, como hiciera con las vampiras. Ahora es realmente una amenaza, puesto que no puede confiar en la buena intención de Ishtar. O justamente por esa buena intención... Es fácil considerar que un enfrentamiento con la Zorra Verde corresponde, justamente, un acto de benevolencia.

El narrador ya no sabe cómo recordar que Jade, propiamente, está más cerca de la vejez que de la vida adulta; Y que en sus gestos lo que exhibe es prudencia y experiencia. La Zorra Verde sabe que su fuerte, su mayor punto a favor, en el enfrentamiento contra otra criatura es su conocimiento mágico: Sus hechizos.

Como dragona, más que a fin a la magia es parte de ella.

- No soporto la cháchara inútil. Llevas ya demasiado con amenazas vanas y justificaciones que sólo tú consideras suficientes, como si alguien te hubiera otorgado la autoridad necesaria como para venir aquí y reclamarme nada en mi propio cubil. - Jade enseña los dientes aquí, restallando la cola contra un árbol. Saltan astillas. - Si has venido a atacarme, hazlo sin reparo dejando de abusar de mi paciencia. Si no has venido a confrontarte, lárgate por donde has venido. No tengo intención de atacar por gusto a otro dragón, ni tan siquiera a uno que ha rebajado tanto su condición como tú.